El
“Principio del Mentalismo” es el Primer pilar de la Metafísica, y tiene como
enunciado: “TODO ES MENTE. LO QUE TU PIENSAS Y SIENTES, SE MANIFIESTA”. Donde
está tu mente, estás tú.
Tomado
de: Pilares de la Metafísica-37°ED.-Buenos Aires, 2015, pág. 44 de Rubén Cedeño
Tenemos
un poder muy grande que es LA MENTE. Ella determina lo que nos pasó ayer, nos
está pasando ahora y nos pasara mañana, y puede cambiar lo negativo que se nos
devuelve por desconocer el “Principio de Causa y Efecto”. La fuerza de la
mente, junto a los sentimientos y el decreto, son el poder capaz de crear y
manifestar las cosas que pensamos.
La Mente nos permite imaginar,
conformar nuestra personalidad, ubicarnos en un estrato social determinado,
tener creencias religiosas, un nivel económico; la Mente determina nuestro
estado de salud, nuestro grado de cultura y educación; casi todo lo que somos
tiene su origen en la Mente. La Mente nos permite darnos cuenta de que somos,
nos da la facultad de decir: “YO SOY” y de parecernos a Dios, porque es
creadora como Él.
Con la Mente hemos creado grandes
culturas, religiones y sistemas económicos, inmensas ciudades y fantásticos
inventos. Los hechos como tener una casa, un automóvil, una carrera de estudios
o un trabajo, primero lo creamos con la mente, al imaginarlos, haciendo un
“ARQUETIPO MENTAL”. Si no creamos el “arquetipo mental”, es posible que no
consigamos nada de esto. Luego le ponemos sentimientos, nos entra el deseo de
hacerlo y finalmente por medio de la acción física, traemos las cosas a la
manifestación tangible.
Con el pensamiento y el decreto
podemos crear como se lee en la Biblia: “Y dijo Dios: “Hágase la Luz”, y la Luz
se hizo”. Jesús dice: “Sois Dioses”, y el mismo Génesis afirma que fuimos
creados “a imagen y semejanza de Dios”, esto quiere decir, creadores. Los
pensamientos se pueden convertir en cosas; ellos tienen vida poder y
personalidad. No somos bonitos ni feos, buenos ni malos. Somos lo que nuestra
mente quiere que seamos.
Tomado
de: Pilares de la Metafísica-37°ED.-Buenos Aires, 2015, pág. 50-51 de Rubén
Cedeño
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